martes, 15 de julio de 2008

EL INCIDENTE

Las críticas leídas me hacían dudar si ver la última peli de Shyamalan. He visto todas menos las dos primeras, así que me daba pena no continuar con el seguimiento a su obra. La curiosidad que siempre provoca su cine y el sopor de un sábado vespertino de verano de aire acondicionado y paciente espera a la llamada de pablo hicieron el resto.
Me gustó, por qué no, sí me gustó. Al menos me gustaron algunas cosas. Me gustó la tensión de la película, que hace que aprietes el brazo de la butaca con la mano y que no quieras mirar la pantalla en las escenas más gores, que las hay, por cierto, y a mí, esta vez, no sé por qué, me gustaron. Siempre digo cuando hablo de mi profesión que ya el mero intento de hacer buena Arquitectura tiene un valor, sea ésta más o menos afortunada. El caso del Cine es parecido. Shyamalan lo intenta, y eso ya tiene un valor. No estoy de acuerdo con la crítica de rafamoya cuando compara esta peli con un telefilm antenatresiano. Lo sé de buena tinta porque el sábado me tragué 1 y 1/2 antes de ver la peli y ya no podía más, se me caía la casa encima, y la tele encima, antenatres encima. La diferencia me parece clara. Sí estoy de acuerdo en que el final no es bueno, la historia sentimental no engancha desde el principio, pero más que caer en picado, lo que hace la peli es evolucionar poco.
Es cierto que no es una gran película, de las peores que he visto de él, y en eso no estoy de acuerdo con Carlos Colón, del que os dejo extractos de su crítica y el enlace por si queréis leerla entera, porque en casi todo lo demás sí que lo estoy. La pondría al mismo nivel que Señales, por debajo de otras.
Ah, no me gusta Mark Whalberg, no me gusta, ya está. No digo que sea bueno o malo, no me gusta y punto. Ni siquiera en Boggie Nights. Ella tampoco, aunque sus ojos pueden hipnotizar a algún enamoradizo primerizo. Sí me gustó el actor de la barba –y su personaje- que hablaba con las plantas y le gustaban los perritos calientes.
La salida del cine es, al menos, de una indiferencia diferente.

Shyamalan otra vez víctima de él mismo

Carlos Colón
Alguien, no sé si un amigo íntimo, un confesor, un gurú o un sicoanalista, debería decirle a Night Shyamalan que no escribiera sus guiones, que se limitara a rodar con su exquisita caligrafía y su pulso seguro guiones escritos por profesionales de la cosa (...) Por mucho que se empeñe -¡qué le vamos a hacer!- no es un Autor, sino un magnífico artesano. La diferencia entre uno y otro es que el primero expande su personalidad creativa por toda la película, interviniendo en ella desde la preproducción a la posproducción, mientras que el segundo se limita a hacer -a veces magistralmente- la concreta tarea para la que esté dotado: dirigirla. Y para lo que este hombre está dotado, es evidente, es para rodar películas, para convertir historias en imágenes, para -de película en película- ir depurando su estilo narrativo hasta alcanzar una especie de gélido minimalismo que reduce un género, en este caso el fantástico y terrorífico, a sus componentes esenciales. Pero no lo está para escribir los guiones (...) Lo que está creando una de las más interesantes filmografías malogradas de la historia del cine (...) Y eso que esta película debe contarse entre las más logradas de su filmografía, pese a que sea incapaz de mantener lo que promete en su terrible y sombrío arranque coral (...) Arrancar con una ola de inexplicables suicidios colectivos es una grandísima idea que requiere genio para ser desarrollada. Hitchcock -con quien abusivamente es comparado este realizador y con cuya obra maestra Los pajaros se ha comparado esta película- basó Los pajaros en una novela de la excelente Daphne Du Maurier (de la que ya había adaptado Rebeca) convertida en guión por Evan Hunter, grandísimo guionista y -bajo el seudónimo Ed McBain- escritor de novela negra. La idea de que los pájaros ataquen a los seres humanos es brillante, pero necesita desarrollarse. Lo mismo sucede con la idea de que los seres humanos decidan suicidarse sin motivo alguno, como si algo hubiera bloqueado su instinto de conservación. Pero también necesita desarrollarse, renunciando además a la explicación que achica su capacidad de sugestión. Una de las grandezas de Los pajaros se debe a que no se explica por qué atacan. Shyamalan, para su desgracia, no tiene fuerzas para sostener ese arranque brutal ni para resistir a la tentación de explicarlo. Y todo va cayendo, rozando alguna vez el ridículo, en lo convencional que finge no serlo.
http://www.diariodesevilla.es/article/ocio/160526/shyamalan/otra/vez/victima/mismo.html

viernes, 28 de marzo de 2008

IRREDUCTIBLES



Este año he cumplido algo que llevaba madurando desde hace dos o tres años: volver a acercarme a la Semana Santa. Más que como hecho religioso, quería observarlo como hecho artístico y social, de una manera distanciada, ya sin disyuntivas de fe, de devoción, tradición o folclore. El Domingo de Ramos en Sevilla está repleto de ilusión, de bullas y de atuendos deslumbrantes. El inicio del día fue colmando expectativas, recorriendo tangencialmente mediante El Greco y Boreas el verdadero acontecimiento dominical. Tras el almuerzo decidimos probar un recorrido perpendicular a éste: tras algunas fotografías en el puente de Triana (colgaré alguna), únicamente presenciamos un único Paso a unos cien metros de distancia. El calor y la muchedumbre nos venció cruelmente y la huida a casa por momentos resultó quimérica, entre calles saturadas y, valga el tópico, ríos de gente.

A pesar de este inicio fulgurante, la primavera dos mil ocho sólo quiso asomarse tímidamente en los días que la tradición religiosa de nuestro país nos concede para tenerlos de asueto. El miércoles santo, obviando buenfines y lanzadas, panaderos y baratillos (ojo al nazareno ladrón de esta hermandad), carretera y manta, meta Islantilla y relax, todo el que se pueda. Siempre me llevo algún libro para leer, y en muchos casos mis lecturas quedan inacabadas. Este año sí. Leí sus últimas páginas coincidiendo con la resurrección de Jesucristo, un Irreductible a todas luces. La lamentablemente larga lista de libros por leer hizo difícil la elección.

Abrí La hoja desnuda el miércoles por la noche, ya en la cama, y apenas pude pasar un par de páginas. A la mañana siguiente, tras el descanso pertinente me dejé atrapar por esta biografía-novela de Frank Lloyd Wright. Para las personas normales diré que es uno de los arquitectos más importantes de todos los tiempos, que vivió el último tercio del 19 y primera mitad del 20, muriendo nonagenario. Para todos, arquitectos y personas normales, diré que fue otro Irreductible, como Jesucristo, otro idealista demente, otro visionario. La lectura de este libro, escrito por JR Hernández Correa y regalado por Carlitos Graña, me refrescó algo su obra y, sobretodo, algunos datos biográficos que ya conocía, dándome a conocer otros.




Su origen, su familia, y sus posteriores escándalos personales, desgracias y errores propios, configuran una compleja estructura orgánica (como su concepción de la arquitectura), un todo que explica la evolución de su obra. Un Irreductible que, en este caso, no fue crucificado a los 33 años físicamente, aunque sí mediáticamente, y pudo resurgir una y otra vez, tras cada desgracia, tras cada dilapidación pública, tras cada error. Cuando parecía acabado, tras pasar los sesenta, comenzó una de sus mejores etapas personales y profesionales (un todo orgánico, un estructura) que culminaría muriendo poco antes de la finalización de las obras del Guggenheim de Nueva York, el único edificio suyo que he tenido la oportunidad de habitar. Es curioso que ahora nos pre-jubilan con cincuenta y tantos. Los noventa de Wright y su lucidez son un desafío al Alzheimer.

El blog de Pitu también es absolutamente Irreductible (linkeadlo desde rafamoya). Todos queremos ser alguna vez ella, escribir como ella. Todos queremos alguna vez ser el blog de esta pitufa, vivir sus viajes, sus aventuras, las crudas realidades que discurren junto a su vida. En su artículo Reinventarse a uno mismo está Frank Lloyd Wright, está el espíritu Irreductible, resurgir de las cenizas como el ave fénix, no dejar que te pisoteen, que te ninguneen, ser fuerte, tener muhísima fe en uno mismo. Wright se quería mucho a sí mismo, y por ahí le vino su capacidad para reinventarse en varias ocasiones, para gozo de la Historia de la Arquitectura.

Albert Einstein, coetáneo a Frank LLoyd Wright, enunció su famosa teoría que bien pudiera haberse llamado Teoría de reinventarse a uno mismo: la energía no se destruye, sino que se transforma. Teoría enérgica, redundantemente, y absolutamente Irreductible. Leonardo Da Vinci dormía, en su lugar de trabajo, una siesta cada 3 horas. Así las 24 horas. Dormía pocas horas, para trabajar más. Trabajaba frenéticamente. Lo curioso es que, cuando un equipo de la Universidad de Harvard, hace 10 o más años, estudió la manera óptima para dormir menos horas, llegaron a una conclusión. Lo óptimo era dormir un poco cada 3 horas. O Steve Jobs, de Apple y Pixar, otro Irreductible del que os recomiendo su discurso en el día de graduación en la Universidad de Stanford, que os linkeo, ojo que son dos partes (http://www.youtube.com/watch?v=ykUyVFkizfQ&feature=related). Todos eran irreductibles y llenos de energía, ninguno envainó nunca su hoja desnuda, ninguno se desmoronó, al menos no sin antes haber dado muestras de lo que llevaban dentro.



Desde mi pequeño mundo quiero ser también irreductible, fuerte como una roca, enérgico pese a los fracasos, quiero sacar de mí las vísceras que haya, buenas o malas, quiero que me quede la conciencia tranquila, y si no logro lo que quiero que sea porque no puedo, por mis limitaciones, porque quizá mis aptitudes no sean las de Wright, Einstein, Leonardo, Jesucristo, Steve Jobs, ni siquiera las de Pitu. Pero que mi actitud sea la de no envainar nunca, dormir poco si hace falta, reinventarme las veces que sea necesario, que la hoja siempre permanezca desnuda. Es la mejor enseñanza que puedo darle a mi hijo Pablo, amar con todas las fuerzas aquello que uno hace. Voy a comprarme un par de juegos de froebel, uno para mí y otro para él.

No desfallezcáis. Mucha Fuerza a todos

viernes, 25 de enero de 2008

VALUE

Estoy hasta los cojones. De todo. De todos. De vosotros. Estoy hasta los cojones de ti. De los que vais a leer esto y de los que no. No puedo. ¿Más claro? Ahí voy.

falling down (un día de furia)
Joel Schumacher/Michael Douglas
Un ciudadano de "a pie" desata sus instintos violentos y autodestructivos contra una sociedad injusta y opresiva, todo a raiz de un día de lo más estresante. Los Ángeles: en la mañana del día más caluroso del año, las autopistas están colapsadas. Soportar la terrible presión de las grandes ciudades puede provocar la ira de cualquier ciudadano. Pero Bill Foster (Michael Douglas) está dispuesto a vengarse. Foster sólo intenta regresar a casa, pero en vez de eso se dirige hacia una pesadilla urbana. Es un hombre ordinario en guerra con las frustraciones de cada día…
Un día de furia es una
película sobre la tensión y la frustración que genera en muchas personas la vida moderna en las grandes ciudades. El personaje protagonista del filme decide enfrentarse a las adversidades, y lo hace de forma violenta
. Otras muchas personas en la vida real quisieran enfrentarse también, aunque de forma menos violenta, pero no lo hacen por civismo, y a cambio sufren estrés y otros males resultantes de la tensión.

Me gusta mucho la diferencia de contenido del título español y del original. Mientras un día de furia habla de la fuerza y la violencia del protagonista, el título original nos habla de su debilidad y de su estrépito, de la caída irremisible a los infiernos. Ambos títulos son acertados y complementarios, pues la película tiene de los dos. Así me siento por momentos, y otras veces no. Pero quiero hablaros de esos momentos. A aquel que me quiera escuchar, que no oir.

Camino entre mierda a diario, de todo tipo. Yo estoy muy manchado ya, contagiado. Qué asco. Camino entre prepotencia y egoísmo, camino entre ineptitud y falta de compromiso, entre falta de profesionalidad, entre estúpidos, y tontos, camino entre narcisistas, ombliguistas. Me tenéis harto. Por momentos voy a mandarlo todo al carajo, por momentos seguiré tragando. Quina.
Me tocan los cojones las poses. Muchísimo. Cada día mucho más. Las poses de la gente. No sé qué coño quiere aparentar cada uno. Vistiendo por ejemplo, parece que uno quiere aparentar progresismo, o señorío, o éxito, o fracaso, o jipismo. Pero cada uno es libre. Y yo soy libre de estar hasta los cojones del pañuelo en la chaqueta y de las sudaderas de puma. Joder las modas cómo se aprovechan. Estoy hasta los cojones de ver como alguien te miente sobre el asunto más irrelevante para mantener su pose. De qué vas? De rico, de bueno, de independiente, de intelectual? Pero gilipollas, tú eres tonto? Sí, lo eres (deja que conteste por ti). Gente incluso con buen corazón que navega sin rumbo entre pose y pose.
Me tocan los cojones los narcisistas, decía. Aquellos de vosotros, que sois muchos, que tenéis la capacidad de tener pendiente a otras personas, de acudir a una cita de cada veinte, la capacidad de no contestar al teléfono cuando os dé la gana, de no devolver la llamada. De pensar que a mí me llamarán cuando me pase algo, vendrán a verme porque soy yo, después de llevarte toda tu puta vida sin tener esos detalles con las personas que esperas que estén ahí cuando tú quieras. El narcisista es un ser cabrón, generalmente, porque cuando recibe su propia medicina le jode tanto como al que no lo es. Ahí está el fallo del narcisista, no su narcisismo en sí.
Lo peor del mundo es el narcisista que guarda la pose de ser todo lo contrario. Joder, claro que me he encontrado a gente así, menuda mezcla. A gentuza que espera que soportes todo lo que le salga de los cojones porque sí y encima quiere aparentar ser desprendido, generoso, comprensivo, solidario. Menudos cabrones hay por ahí sueltos. Fuera de mi vista, a la cuneta, ya que se convierten en invisibles ante mis ojos.

cambio_change_exchange_wechsel. Recuerdo que de niño iba de paseo con mis padres y algún abuelo. Me recuerdo en Bilbao, con ellos, e ir al cajero acompañándolos, en la Alameda Recalde, muy cerca de Plaza Moyua. Siempre tenía la sensación de ser acompañante y no protagonista. El banco estaba cerrado, mi hermano jugaba a ser él quien era capaz de extraer billetes de la máquina, a saberse la clave, a ser mayor. Yo todavía era tan niño que ni siquiera jugaba a serlo, pero sí me recuerdo siempre con la mirada clavada en la pizarra de cambio de monedas. Las banderas de España, Gran Bretaña, Francia y Alemania Federal estaban acompañadas de los valores de cambio-change-exchange-wechsel. Siempre me fascinaron esas palabras, y por supuesto las banderas, era una época de descubrimiento de mapas políticos y selecciones de fútbol, de Parvulín tecleo y de Rumenigge, Platini, Kevin Keegan y López Ufarte. El panel negro y plisado y las letras blancas, un conjunto completamente analógico y manual. Fue el descubrimiento de los distintos valores económicos de cada moneda, y la traducción entre unas y otras.
El paisaje de traducciones de valores sigue vigente, siempre seguirá vigente. La especificidad estriba en el modo de traducción que hace cada persona de qué es valioso y cuánto. Es decir, en el soporte. En la pizarra negra y plisada. Más incluso que en las letras blancas. Las letras son en muchos casos una consecuencia del soporte de cada uno. Hablo de todas las acepciones que tiene el término valor y de un orden cualitativo entre ellas, de la escala o escalera de valores. Es muy difícil no perder el norte en ocasiones, apurados por ritmos de vida cercanos al vértigo que empobrecen mentes y enriquecen a vendedores de sofás y televisores. Aunque supuestamente la escala de valores fue inculcada anteriormente al vértigo. Y actuamos por comparación.
Nos comparamos con la persona de al lado para todo. Comparaciones intelectuales, físicas, económicas, de carisma, de arrojo. Malo. Muy malo. De pequeño te dijeron que tu escala de valores era según sea la del vecino? O te dijeron qué era importante y qué era menos importante? Te dijeron que lo importante es ser buenas personas, educadas, comprensivas… o te dijeron que lo importante es tener un coche más grande que tu “amigo”? la envidia es tu valor? qué es importante para ti? Cuáles son tus valores? La competencia a menudo es un mal valor, ya que suele ser mal interpretado su significado.
Mis valores deseados (probablemente no conseguidos) son los de tratar a tu prójimo como te gustaría que te trataran a ti, sin poses, sin narcisismos. Así de simple. Por comparación, sí. Pero qué manera tan distinta de comparar. Mandando las cifras y las letras blancas a freír espárragos y quedándonos únicamente con nuestra pizarra negra plisada. Cultivar relaciones, las que uno crea que merecen ser cultivadas, a veces sólo regando, y otras teniendo que usar azada, pala, pico.


Y el futuro. Mi próxima paternidad me hace vibrar ya. Sé que voy a ser más feliz, sé que voy a tener infinitas satisfacciones, que tendré decepciones, desilusiones, sé que me equivocaré y él/ella se equivocará, e incluso me hará sufrir, reír y llorar, pero sobretodo sé que será un amor incondicional, sin poses, sin narcisismos, todo a impar y negro, y ganaré siempre. Así es la familia, al menos la familia que yo he conocido, humana e incondicional, humana pero incondicional. Según consideréis la humanidad buena o mala. La vuelta a la familia, al menos en mi caso, es un proceso que se inició hace ya algunos años, por su incondicionalidad y su autenticidad. Y cada día pesa más en la balanza respecto a otras relaciones. Así que, me parece muy respetable que se manifiesten en pro de la familia, de hecho me parece genial. Pero de la familia auténtica e incondicional, no de la familia convencional. Su composición me es indiferente.

Qué bien me he quedado
Qué bien voy a dormir, al menos hoy
Salga el sol por Antequera